Cuando se habla del lugar de Cruz Azul dentro de los grandes de México, suele ocupar la tercera o cuarta posición, dependiendo de a quién se le pregunte, pero está ahí, entre los más reconocidos de México, un lugar que se ganó a pecho desde hace 60 años, que llegó para quedarse.
¿El inicio? Mágico, los de Jasso, Hidalgo, no tuvieron que esperar mucho para proclamarse como el mejor equipo de México; en 1969, cinco años después de instalarse en la Primera División, comenzaron su época dorada, una en la que se llevaron 14 campeonatos en 11 años.
Fue gracias a ello que se le bautizó como la máquina, ya que no importaba a quien se plantara al frente, los azules solían aplastar con su futbol, ser mejor que su rival, exhibir lo que era un buen control de balón y ataques letales, todo respaldado con una fuerte defensa.
Hombres como Miguel Marín, Horacio López Salgado, Ignacio Flores, Héctor Pulido, Alberto Quintano, Javier Guzmán, Octavio Muciño, Eladio Vera, Fernando Bustos, Ignacio Trelles y Raúl Cárdenas fueron los que pusieron los cimientos de la grandeza que hoy tienen los de la cementera.
No se trataba solo de ganar, se tenía que ganar bien, con partidos memorables, como aquella final ante los Tigres, en la que terminaron por llevarse la victoria 4-3 con unos felinos que, en 45 minutos, parecían sorprender y anotar 4 goles que permitieran llegar al tiempo extra, sin embargo, no era su momento.
Pero ahí estaba, la gloria a pesar del sufrimiento, la victoria y el orgullo a pesar de estar a un paso de perderlo todo, y ahí puede estar la clave del porque la afición continúa ahí, porque a pesar de todos los golpes, siguen siendo una de las aficiones más leales.
Cruz Azul ha tenido dos periodos de escasez, en los que, combinados, llegó a tener hasta 39 años sin un campeonato de la liga local, siendo la más reciente de 23 años, la que rompió con la ansiada novena.
Pero esos 39 años forjaron carácter, a pesar de las tres coronas de la Concachampions, las tres Copa Mx, la Supercopa México y la Leagues Cup, la afición exigió un título de liga, uno que, con cada torneo que pasaba y no llegaba, los hacían el centro de las críticas y burlas que tuvieron que soportar.
Porque sí, con el tiempo la gente recordó más todos esos fracasos, los años sin poder volver a levantar la liga mexicana, las veces que estuvieron un paso, pero por errores suyos, del árbitro, una brillantez del rival o simplemente mala suerte, terminaban por arruinar su oportunidad dorada.
Poco a poco la imagen poderosa que dominó en los 70’s y 80’s, la misma que volvió y plantó cara en la Bombonera de Boca Juniors y que por poco logró una hazaña sin precedentes para el futbol mexicano, comenzó a desvanecerse para dar paso a una de un equipo gris, desafortunado, triste.
Los cabezazos de último minuto, las veces que dejaron ir ventajas importantes de formas inexplicables, la pérdida de memoria en los momentos importantes cuando el equipo parecía el máximo favorito y todas las veces que se quedaron a la orilla se reunieron para acuñar un nuevo término: cruzazulear.
Guste o no, ese es parte del legado de los de La Noria pero, ¿se podría definir que es la alegría sin la tristeza? No, son dos partes de una misma moneda; la figura ensangrentada de Carlos Hermosillo frente al punto penal o el recuerdo de Jonathan Rodríguez llegando desde atrás para vencer a Carlos Acevedo no ocuparían un lugar dentro del corazón cruzazulino si no existieran todos esos tragos amargos.
Porque si algo ha logrado Cruz Azul en 60 años ha sido eso, llegar al corazón de la gente. El equipo que comenzó con un grupo de obreros que pasó a ser de toda una nación, una de sangre azul que, sin importar todos los malos tragos, siempre verá en la máquina cementera al mejor equipo que pudo elegir.